Historia

25 años no es nada
Para la estadística nacimos el 9 de diciembre de 1982.

Como esta noche es de recuerdos, se nos antoja cantar un recuerdo a los fundadores. 

A los que, primero se les ocurrió ir becados a Japón. Y después, como para seguirla, a hacer una asociación con el puñado (¿?) de ex-becarios que se disponía. Como para seguirla nomás.

¿Y a quién se le ocurría ir becado a Japón?
Sería algún trasnochado, algún despistado, algún curioso.

¿Y que se escuchaba por entonces?

  • ¡Te vas a morir de hambre!
  • ¿Que sabés de japonés?
  • ¡Debe ser un país horrible!
  • ¡Vas a estar mas solo que un hongo!


Y recuerden que un siglo atrás, no había internet, la llamada de teléfono costaba un salario y para comunicarse había que aprender a hacer un telex (algo así como una regla de cálculo de la época)

Doce horas de diferencia entre los países, te dejaban abombado por un mes. O sea que si la beca era corta, ni te enterabas a que habías ido.

Y a pesar de la pequeñez del país fueron muchos los becarios.

Y ya eran bastantes en  el 82, cuando a Mario Aragunde y a otros doce samurais (incluyendo a Ono y a Maedo como auténticos nipones) se les ocurrió la idea de juntarse y prolongar, y compartir los recuerdos de su estadía en Japón.

Como complemento, ayudar en lo posible a difundir la cultura y ciencia japonesa, sirviendo de puente entre los dos países.

Como primer paso comenzaron a ayudar a los nuevos becarios que partían para ese mundo desconocido, achicándoles un poco la brecha de costumbres y sacándole las muchas dudas acumuladas. 

Hablar de AUJCT es entonces, hablar de Mario Aragunde, y los veterinarios que copaban las primeras becas. Ahora son los bomberos y los abogados los que se toman la revancha.

Porque decir “un becario de Uruguay por año” equivalía a decir 160 de Brasil  o 400 de China. ¿Alguien se tomó la molestia de contar cuantos eran los compañeros becarios en Narita?

O sea, que por algún motivo que los japoneses quieren guardar, Uruguay tiene una importancia para ellos que no se corresponde con su tamaño.

Serán los 100 años de intercambio de relaciones consulares, el hecho de que los dos países son orientales, el amor de cada pueblo por su tierra o lo complementarios que son los dos en costumbres y necesidades.

¿Mate o cha? ¿Azuki o dulce de membrillo? ¿Tempura o milanesa? ¿Bife de Kobe o asado de tira? Algo nos une, que no está todavía identificado.

Así es que, sea como sea, ya vamos por el becario 1000.

Sin duda Uruguay tiene algo de especial para Japón, (lo que será motivo para pedirles que nos escriban otras notas con sus impresiones, a ver si lo aclaramos).

¿Y que fue de la Asociación?

Tuvo momentos buenos y bajones; grandes conferencias y períodos de inactividad. Embajadores más, embajadores menos pasaron por nuestras cenas memorables. Así hemos recorrido todos los restaurantes de Montevideo (y Canelones), Hemos aprendido cocina japonesa, cultura japonesa, costumbres japonesas. Pero también hemos ayudado a  escuelas y niños uruguayos, y hemos recorrido cuanta obra está haciendo Japón en Uruguay.

No podemos dejar de recordar ahora a 2 referentes de la embajada:

“El Sr. Imasu”, siempre será solo el Sr. Imasu. Con su gruñido, con su frase preferida “Iie”, pero que al final siempre agarraba “las patatas calientes”.

Y Iagi-san, siempre corriendo un paso atrás, pero rellenando todo lo que había quedado olvidado por el camino. 

También recordar en Japón al doctor Vallés, que todavía no era conocido, pero que siempre dio una mano.

¿Y que se nos queda aún en el bolsito de los recuerdos? 

  • Las caminatas por las oscuras avenidas internas de la Facultad de Veterinaria (igual de oscuras que hoy)
  • Las reuniones en un edificio de ladrillo con olor a nuevo (como hecho para arrancar cosas nuevas) que contrastaba con la antigüedad de la casa de estudios.
  • El frío o calor que se pasaba (Sin restricciones, pero sin aire y sin estufas)
  • Las reuniones de casa en casa, porque la Asociación siempre fue muy esquiva para conseguir sede. (las reuniones que eran complicadas, porque todavía no era una época de “reunión fácil y sin aviso previo”)
  • Las veladas con piano en el Panamericano, los apartamentos chiquitos de Malvín, el taller desordenado de L.A. de Herrera, el canal 10, la casa fría de Avenida Italia.
  • El viaje de retorno a lo grande a Japón (no como becario), que nunca se organizó


¿Y las personas? Se recuerda la timidez de Aragunde, la rapidez de Carbó, la actividad de Algazi, la organización de Calzolari y la bonomía de Hernández (che, tirános una nota de crédito aunque más no sea)

¿Y de otros presidentes que se recuerda?
La sonrisa pícara de Tangari, la aparente ingenuidad de Dacoll y el rostro adusto de Sperdutto.

Y que me disculpen los que se me olvidan, los que se fueron, los que se alejaron para vivir su propia intimidad. 25 años sí pesan en la memoria.